Carlos Luis Revette, alias “el Coqui”, es el jefe de la megabanda de la Cota 905 al suroeste de Caracas donde está la mayor cantidad de grupos delictivos del país. Sus acciones pueden paralizar la capital como en febrero pasado, cuando en la autopista Francisco Fajardo, a la altura de la salida hacia Valle-Coche, sus miembros se enfrentaron con la FAES. Relucieron las armas largas en un espectáculo en vivo.
Delcy Rodríguez es la protectora de “el Coqui”, quien a su vez le garantiza servicio de seguridad a ella y a su hermano Jorge. Se trata de una relación natural de criminales con los jefes del poder político en Venezuela. Se dice que “el Coqui” está solicitado por homicidio, secuestro, robo de vehículos y tráfico de drogas. Pero en la práctica no es así.
Realmente, en la nómina de la vicepresidencia hay por lo menos una docena de miembros de la banda. Por ejemplo, “el Titi”, lugarteniente de “el Coqui”, trabaja junto a Delcy en cuya agenda está registrado su número 042631 (…), compartiendo espacio con ministros y familia. Otros miembros de la banda –hombres y mujeres– también han sido incorporados a la nómina de la vicepresidencia.
Una coartada para esta alianza fue el invento de las zonas de paz cuando en el 2013, 79 municipios del país fueron entregados como paraíso a los malandros. El acto fue transmitido y mostró en pantalla al entonces viceministro del Interior y Justicia, José Vicente Rangel Ávalos, flanqueado por unos pandilleros armados. Caracas, Miranda, Aragua, Zulia, Táchira, Falcón, Guárico y Sucre instauraron reglas verbales que prohibían a los organismos de seguridad entrar a esos territorios salvo la vía de excepción ordenada por el alto gobierno. Los beneficiarios recibieron incentivos de dinero a cambio de la entrega de armas. Eso se cumplió con un detalle: con el dinero recibido, los pandilleros compraron armas más potentes que elevaron la frecuencia y el nivel de las actividades delictivas.
No conforme con ese fracaso, Maduro –que se ha impuesto en discusiones en las que algunos militares han expresado molestia por este sistema– decidió hacer un relanzamiento de los territorios de paz en el 2017. Aquí es cuando Delcy, que en ese momento era presidenta de la Constituyente, sella su relación con “el Coqui”. En el vínculo queda revoloteando el presidente del Poliedro de Caracas, Antonio “el Potro” Álvarez, con legendaria cercanía con los pranes de las cárceles. Fue así como se integró la Cota 905 como modelo para el relanzamiento de las zonas de paz. Para ese momento ya los muchachos se venían apertrechando con rifles AR15 y AR17.
“El Coqui” nació en Caracas el 1 de febrero de 1978. En el 2015 tomó el control de la banda y de inmediato trabajó para pactar con los grupos armados de los barrios vecinos de El Valle, La Vega y el Cementerio. Al poco tiempo intentaron detenerlo. 15 muertos y 252 detenidos y “el Coqui” huyó. Se escondió en una prisión.
El ejército de “el Coqui” se calcula como mínimo en 200 personas. Ha reclutado a niños. Las mujeres se han ganado el liderazgo como retenedoras de víctimas secuestradas y por coordinar con eficiencia la distribución del arsenal.
Los miembros de las diferentes policías del país saben que están perdidos frente al potente arsenal de armas, con otro elemento importante: las redes de comunicación para cuyo control han recibido un apoyo contundente de la vicepresidencia.
El martes pasado hubo otro choque en territorio de la Cota 905 en un intento de asalto a la Policía de Caracas en busca de municiones. Hubo tres bajas de parte de la FAES –dos heridos y un muerto– y el alto gobierno ordenó el retiro de sus fuerzas de seguridad.
Las bandas saben que el régimen las necesita para sus servicios. Pueden organizar a los colectivos o subdividirse en actividades dirigidas contra la oposición. Las pautas son distintas, según cuentan algunos de sus miembros. Con Erika Farías, Freddy Bernal y el difunto Darío Vivas respondían a los requerimientos políticos y a necesidades personales. Jorge y Delcy Rodríguez les entregan su seguridad y la de sus negocios.
Pero la gran misión es mantener controlados a los barrios para que no se levanten en protestas. “El Coqui” ha sido requerido para frenar movimientos de calle en una zona que ha sido fuertemente opositora. A cambio, ejerce la autoridad, comete sus delitos y es tratado como benefactor.
La situación es aceptada a regañadientes por algunos jefes militares, entre ellos Néstor Reverol, actual ministro del Interior y Justicia, quien a su entorno ha expresado que “cuando esos tipos se alcen no vamos a tener control”. Pasó de alguna manera meses atrás con Wilexis, jefe de la banda en Petare, al otro extremo de la ciudad. Reverol amenazó con tanques y efectivos y no pudieron pasar de las terceras escaleras del barrio.
Por cierto, “el Coqui” y Wilexis hicieron alianza en ese entonces. Ellos han aprendido cómo manejarse con un estado criminal. Sus bandas son fuertes y poderosas y a los del régimen les conocen sus debilidades, entre ellas el miedo.