25 Apr
Si me matan me muero
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Ni qué decirlo; la última declaración de Manuel Rosales resultó inoportuna e infeliz y aunque él insiste en que sus palabras fueron sacadas de contexto, el asunto cayó pesado. Ya Rosales no da risa. Venezuela no está para chistes, ni para comentarios equívocos, ni el juego de sospecha. Queda poco por explicar luego de escuchar a Rosales agrediendo al movimiento Vente Venezuela señalándolo como promotor de violencia, y a la abanderada de la oposición María Corina Machado por llamar a la abstención. Eso está fuera del sentido común.

Pero bueno, es Rosales y el verbo no es su punto fuerte.

Momento complicado para la oposición en el que la dictadura bloquea todas las alternativas para designar candidatos para las elecciones al tiempo que ha sembrado de alacranes el escenario electoral.

Sin embargo, hay que insistir. A pesar de la resistencia de Manuel Rosales a asistir a la reunión planteada con María Corina Machado junto a la Plataforma Unitaria, finalmente se logró. Queda muy poco tiempo para decidir quién será el abanderado de la unidad, para poder avanzar en la estrategia a seguir frente al proceso electoral planteado para el 28 de julio.

El país exige y merece respeto de parte de su liderazgo. Es urgente definir una estrategia coordinada y sólida que además esté preparada para lo peor. Porque se trata de enfrentar a una dictadura.

El régimen no se detiene y seguirá avanzando en sus violaciones a los derechos humanos, con su maquinaria que aplasta a dirigentes incómodos, en este caso de Vente Venezuela. Es sobre ese tema que debería pronunciarse Rosales, o sobre los bloqueos para el registro electoral, o la censura y la persecución, en fin, el temible comportamiento de una tiranía que no escatima recursos para aplastar a sus rivales.

Sabemos que a Maduro no le importa que le digan tirano y sanguinario. Lo que sí le duele es que se haga evidente el desprecio del pueblo.

Ese es el verdadero escenario a nuestro favor. No hay manera de que el país soporte a Nicolás Maduro. El desprecio, el hartazgo se siente hasta dentro del oficialismo. Por eso no es descartable una implosión.

Pero entretanto la crisis sigue agobiando a los venezolanos. La infelicidad y la injusticia forma parte de la cotidianidad. Si bien las declaraciones de Rosales expanden el desaliento y alimentan suposiciones de que su candidatura es producto de un acuerdo con Maduro que lo seleccionó como el contrincante conveniente, las situaciones también pueden cambiar, y los hechos a veces giran y sorprenden.

¿Cómo se recompone esa metida de pata de Rosales? Hay maneras. Rosales es un veterano de la política y ya buscará el modo de enderezar el entuerto. Y aunque Rosales encarna en este momento el desaliento y la sospecha, lo que es una verdadera calamidad, nada es definitivo.

Y lo más importante. Las acusaciones, las conspiraciones internas, los enfrentamientos a quien favorecen es al régimen Las declaraciones obviamente infelices, mejor es dejarlas pasar de largo. Lo medular es el acuerdo unitario.

Preocupan sí la vida de inocentes, las detenciones injustas, que el fiscal de la tiranía continúe en su excitación continua de construir expedientes a partir de rehenes torturados que inculpan a los personajes que a la dictadura le conviene. El caso más reciente ha sido la detención del periodista y dirigente social Carlos Julio Rojas. Se trata de un activista sólido, valiente, incansable que ya ha estado detenido por el régimen y que ha logrado organizar a los caraqueños para hacer valer sus reclamos. Carlos Julio tiene años exigiendo el respeto a los derechos humanos y el rescate de zonas importantes en el centro de Caracas. Es sin duda un dirigente popular. Sus reclamos son públicos a través de redes sociales, exigiendo de manera pacífica mejoras en los servicios públicos.

Y entonces al estilo Vladimir Putin en una operación típica del Tren de Aragua, ahora convertida en la nueva policía del régimen, Carlos Julio fue secuestrado por varios hombres encapuchados vestidos de negro que se lo llevaron en una camioneta plateada.

El guion de lo que viene es bastante fácil de predecir. El fiscal del régimen convertido en director de videos encarcela a personajes a los que aplasta bajo torturas físicas y psicológicas para luego obligarlos a inculpar a quien sea más conveniente. No hay que ser muy perspicaz para presumir que el objetivo del régimen es María Corina Machado.

Estamos en un momento clave. No podemos claudicar. Ahora menos que nunca debemos bajar la guardia. La pelea continúa.