Estas fueron mis palabras en la clausura de la exposición “No soy tu chiste” la primera campaña viral venezolana que por medio del arte plantea la sensibilización sobre la comunidad LGBTI en la que Daniel Arzola, escritor, ilustrador y activista, denuncia numerosos actos de violencia. Son 50 afiches ilustrados. La exposición cerró el 7 de octubre en el Centro Cultural Chacao:
Hace unos días, los venezolanos todos, debimos sentir un inmenso orgullo cuando la cineasta Mariana Rondón recibió la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, por su última producción: la película Pelo Malo, que según indica la reseña, es un duro retrato a la sociedad venezolana a través de la historia de Junior un niñito que tiene el pelo malo. No tengo que aclararles que el pelo malo es el pelo chicha característica de los negros y mezclas afines. Junior sueña con alisarse el pelo, y su referencia es un cantante que aparece en una foto de la escuela. Su madre que ama a su hijo con el pelo malo bueno o sin él, confronta entonces otro ángulo distinto a la discriminación de ser negro: sospecha que su hijo se está volviendo homosexual.
En el interín de tan excepcional noticia, en tiempos en que Venezuela es una nostalgia de democracia y de sueños de prosperidad, se atribuyó a Mariana Rondón una declaración que ella no dio, pero que en el imaginario del país calzaba perfectamente para tirios y troyanos: la acusación a Hugo Chávez de haber generado una guerra entre venezolanos. Eso bastó para que un sector del país la atacara despiadadamente, rumiara con absoluta mezquindad su triunfo, y propusiera cruzadas para arrebatarle cualquier mérito con el argumento de que ella había llegado a la cima gracias a la “revolución” lo que la convertía en propietaria del éxito. Así, como si Mariana o cualquier otro individuo no tuviera talento, como si nos hubieran mutado en seres anodinos, mecánicos, insensibles, inhumanos, cuyo único y posible éxito tendría que estar en enrolarse en una masa que grita consignas, se deja maltratar y acepta con resignación que una pandilla asalte las riquezas del país y revuelque en estiércol los principios mientras nos hundimos en el fango la incivilidad. Todo en el marco del odio, bajo el sello del resentimiento, en la obligatoriedad de la intolerancia. Siempre dividiendo al país: buenos, malos, blancos, negros, chavistas, antichavistas heterosexuales, homosexuales, izquierda, derecha.
“Yo quise hacer esta película para denunciar la intolerancia y la polarización en mi país. Nunca nombré a Chávez ni a partidos políticos. Mi único discurso es mi película”, aclaró Mariana.
Realmente no hacía falta que Mariana nombrara a Chávez para recordar cómo que se ha deformado Venezuela en los últimos 15 años.
Hoy estamos aquí para recordarnos que tenemos un asunto pendiente con la comunidad sexodiversa en Venezuela. Resulta que en medio de censura y autocensura hay muchos maltratos que son silenciados en el contexto de una total impunidad. Son maltratados los niños, las mujeres, los ancianos, quienes piensan distinto, quienes sienten distinto, los ciudadanos, los venezolanos, los extranjeros, los desvalidos, los soñadores. El maltrato tiene rostro de dictadura. Huele a tiranía. Por eso es tan feo.
Hemos de valorar todo esfuerzo que rompa las cadenas de los miedos, de la resignación al maltrato.
Para mí es un honor presentar a un luchador de los derechos humanos, a un ser sensible, bonito. La filosofía de la campaña y de la exposición de Daniel Arzola “No soy tu chiste” es muy sencilla: “Soy diferente y tengo derecho a ser tratado igual”. Lo dice todo. Aplaudamos y apoyemos su lucha.