01 Feb
La inexorable ruta en Venezuela
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Un diagnóstico de lo sucedido puede resultar en noticia vieja. Los hechos tienen desenlaces continuos y, mientras usted lee este artículo, deben haber ocurrido decenas de hechos que modifican parcialmente mi apreciación.

Lo irreductible es que en Miraflores hay un usurpador llamado Nicolás Maduro, que se sostiene junto a una banda de asaltantes, sobre la armas de un grupo de militares corruptos convertidos en genocidas.

Lo innegable es el rechazo del pueblo venezolano al dictador. Las movilizaciones del 23 de Enero en Venezuela y en las ciudades más importantes del planeta que han abrazado a la diáspora, fueron un grito de socorro, la protesta ante el descuartizamiento del país, la urgencia de recuperar la libertad, el deseo de volver a vivir en democracia.

Venezuela se cae a pedazos y en ese desmoronamiento cesó el período legal de Nicolás Maduro en la presidencia de la República. Un evento jurídico indiscutible resultó en una situación política de importancia mundial. Sin embargo, Maduro nunca pensó que las cosas llegarían tan lejos. Estaba confiado en las divisiones internas en la oposición, como fueron los avances que había logrado con algunos de esos sectores para un nuevo montaje de diálogo. De hecho, varias reuniones a finales de 2018 le hicieron sentirse seguro de poder montar en enero de 2019 un nuevo teatro al respecto.

Sin embargo, la oposición sorprendió a Maduro con decisiones que el país agradece. Primero, los partidos con representación en la Asamblea Nacional respetaron el acuerdo para que Voluntad Popular presidiera el Parlamento. El régimen hubiera preferido prolongar la presidencia de UNT o revivir los tiempos de Henry Ramos, pero eso no fue posible. No lo logró ni siquiera con la decisión del Tribunal Supremo de Justicia que declaró el desacato de las directivas de la AN desde el 2017.

Así que unidos, aún con resistencia, aceptaron que VP presidiera la AN, respetando el acuerdo político. La decisión de que el elegido para el cargo fuese Juan Guaidó no tuvo mayor debate. El régimen, sin elementos informativos previos, sintió cierto alivio de que se tratara de un diputado poco o nada conocido, muy joven y con pocas intervenciones memorables. Lo subestimaron. Los cubanos asesores no le dieron importancia, no lo vieron. Se descuidaron. También subestimaron a VP y a Leopoldo López, su principal rehén.

Y apareció Juan Guaidó con su sencillez, talento, honestidad y coraje. Después del 5 de enero de 2019, Venezuela vivió la aparición de un nuevo prototipo de político. Distante de la verborrea, del show, de la banalidad. Se trata de un joven transparente con un discurso integrador. Que evadió personalizar la lucha y por eso involucró al colectivo. Que se negó a una coronación y convocó al pueblo a que lo acompañara en la batalla.

La fatalidad del régimen al subestimar a Guaidó fue decantando en una serie de errores mortales. Primero lo trataron de detener para después tener que liberarlo. Guaidó lejos de amilanarse, invitó a que más venezolanos se sumaran a eventos de calle, a cabildos abiertos. Tal como sucedió. Y Venezuela, toda Venezuela, comenzó a debatir en calles, a coincidir en la necesidad de expulsar a Maduro, a expresar su hartazgo y organizarse para apoyar a quien la ley contempla como el sustituto frente al usurpador.

El momento histórico se expresó el 23 de Enero pasado cuando se efectuó el movimiento de calle más grande en la historia venezolana. Venía precedido por protestas en los barrios que fueron reprimidas con fuerzas paramilitares al servicio del régimen. Muertos y detenidos han sido el dramático balance de esta nueva represión chavista.

El cierre de ese día histórico es un país esperanzado que aún está bajo la angustia de no saber qué más se puede hacer para obligar a la dictadura a que acate la Constitución y deje el poder.

La presión internacional ha ayudado, pero pareciera que en este momento único se debe apretar más. La Ley de Amnistía ha hecho dudar a militares que aún no se atreven a dar el paso. Es necesario considerar que son muchos años de terrorismo interno y muy fuerte el control que sobre las élites de la dictadura ejercen las mafias más peligrosas del mundo. Y Padrino López las encabeza.

Venezuela tiene que lograrlo. Debemos cerrar filas y continuar como un solo cuerpo en esta lucha. Todavía falta el efecto de la cadena de consecuencias ante el desconocimiento a Maduro de la mayoría de los gobiernos democráticos y el reconocimiento a Juan Guaidó. Estamos en el camino correcto.