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El vicepresidente Jorge Arreaza, solicitó juicio contra El Nuevo País, por una foto en primera; el Ministro del Interior y Justicia y Paz, Miguel Rodríguez Torres dijo que el gobierno debe demandar a El Universal por publicar una fotografía que muestra una mancha de sangre tras un crimen; el director de El Mundo, Omar Lugo, fue despedido por un titular de primera página del viernes pasado. Todo esto ocurrió en menos de 48 horas.
Nada más difícil que concentrarse en escribir mientras habla Nicolás Maduro. Y ahora lo hace a cada rato. Todos los días se encadena. Entre tanto vienen a mi mente decenas de imágenes que han retratado a los venezolanos en los últimos días. No son escenas gratas de ver, las que van circulando por el mundo. Se trata de golilleros disputándose un electrodoméstico, de comerciantes bajando la cabeza o negociando con el gobierno, del consumismo exacerbado, y de la política electorera que ofrece espejitos a cambio del voto.
Mal debe andar un gobierno cuando con pocos meses de vida, no deja de hablar de un difunto. Presumo que de aquí al 8D, habrá misas, competencias, actos y actores, nacionales e internacionales que burlaran la ley electoral –una vez más- y tratarán de capturar los votos y las emociones que han salido huyendo despavoridos desde el primer día que Maduro abrió la boca como candidato.
La decisión de decretar el 8D día de lealtad para el difunto (o algo así), puede resumirse en una palabra: miedo.
Internet y el registro de bibliotecas acumula centenares de versiones respecto al origen de la canción londinense, un clásico de la música infantil: El puente de Londres se va a caer.
La versión más repetida refiere que la pieza fue escrita durante la construcción del puente de Londres y relata las dificultades que tuvieron los obreros para construirlo; otra, hace alusión a un gran incendio en la capital inglesa; algunos dicen que la canción fue compuesta en 1010 y que se escribió cuando los vikingos derrumbaron un puente. Una versión tenebrosa cuenta que en el puente se realizaban sacrificios y que es probable que bajo él, estén enterrados los cuerpos.
Lo cierto que el anuncio de “se va a caer” ha dado para todo.
Estas fueron mis palabras en la clausura de la exposición “No soy tu chiste” la primera campaña viral venezolana que por medio del arte plantea la sensibilización sobre la comunidad LGBTI en la que Daniel Arzola, escritor, ilustrador y activista, denuncia numerosos actos de violencia. Son 50 afiches ilustrados. La exposición cerró el 7 de octubre en el Centro Cultural Chacao:
Un camión cargado de carne atacado por decenas de motorizados a quienes poco les importó un ser humano cuya vida se extinguía, asfixiado entre la marabunta y la cabina que lo aplastaba producto de haberse llevado la barra de seguridad de altura en la autopista Francisco Fajardo, eso es este país.
Duele en lo que nos hemos convertido. Porque si bien muchos dirían, esa parte de Venezuela no somos nosotros, pues sí, sí lo somos, y es nuestra responsabilidad, así enfrentemos el gobierno, así despreciemos sus acciones, así votemos religiosamente.
Antes de irse a China, Nicolás Maduro acusó –una vez más- a la oposición de malas intenciones. Él gusta de rotar las teorías. Un día se levanta con antojo de magnicidio, y por ahí se va, en acusaciones y denuestos. Alguna otra mañana decide inclinarse por señalar a Henrique Capriles de conspirar con el imperio, hipótesis que puede sazonar con la CIA, la MUD o lo que se le antoje. Y para explicar el desabastecimiento, obvio, tiene que señalar a Fedecámaras.
El sábado 24 de agosto fue encontrado sin vida el cuerpo del psiquiatra Edmundo Chirinos. Murió a los 78 años, recluido en su casa como cárcel y solo. Pagaba la condena de 20 años de prisión por el crimen de la estudiante Roxana Vargas, inspiradora del libro que ustedes conocen muy bien: "Sangre en el Diván".